Vender es lo que todos los comercios o empresas quieren.
En mi caso, he vendido productos reales y financieros
He vendido servicios
He vendido cervezas y vinos
Y he vendido roscones en días como hoy de hace algunos años.
Cuando era un adolescente en casa decidimos poner un negocio para complementar los ingresos de mi padre que por entonces era el único que trabajaba como empleado por cuenta ajena.
El negocio era una panadería y mi madre, la panadera.
Nos conocía todo el barrio, fueran o no clientes de la panadería.
Una panadería de barrio donde vienen todos los vecinos todos los días.
Una panadería de las de antes donde se tenía un poco de todo.
Una panadería familiar donde todos echamos una mano al salir del instituto y sobre todo por las tardes, para liberar un rato a mi madre.
Recuerdo como si fuera ayer a Doña Francisca.
Según entraba por la puerta ya sabías lo que quería.
Una barra de las últimas y que estuviera blanquita.
Entonces no teníamos coronavirus ni nada similar.
No llevábamos guantes ni mascarillas.
Eran otros tiempos.
Ni mejores, ni peores, diferentes.
El reto era que Doña Francisca o cualquier otro cliente que entra por la puerta se llevara el pan y algo más.
En eso mi madre era única.
Se podían llevar la tienda entera si se lo proponía.
Esa fue mi primera escuela de ventas. Luego vinieron más.
Pero allí aprendí las primeras estrategias de marketing aunque en ese momento ni lo sabía.
Lo que sí recuerdo, es que siempre me gustó averiguar cómo se hacían las cosas y observar cómo reaccionan los clientes ante los mensajes.
A día de hoy, observo y estudio cada día nuevas ideas para realizar las mejores estrategias de tráfico posibles.
La finalidad es la misma, que el cliente encuentre lo que busca en los proyectos digitales que gestionamos.
Felices Reyes y mañana un episodio más …
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